Te observo desde lejos.
Será el sol tan amargo
que domina el desierto
o la arena en los ojos
la que aleja de mí
tus ajarafes blancos,
ciudad imposible.
La misma imagen nace
tras cada amanecer,
acostumbrada ya
a su azul espejismo.
Hace hoy tres lunas
que atisbo su silueta;
sus guiños en la noche
como en este instante.
Persigo su secreto.
Perdí mi caravana
y sé que estoy muy lejos de los oasis.
Dalhir, en cambio, siempre a una igual distancia
avanza con mis pasos, de mí se aleja.
A veces creo que solo existe en mi ilusión.
Pero es tal su presencia,
tanta la claridad de sus tejados.
Anoche hubo una calma inesperada:
no despertó el simún,
y el sol me ha descubierto
dos huellas en la arena:
dos rastros paralelos
y enigmáticos hacia Dalhir.
No la podré alcanzar.
Ciudad errante de cúpulas doradas,
¿no abrirás tus murallas?,
¿no detendrás tu paso?,
¿no lo harías por mí?
Tiempo atrás conocí
a un viejo pescador
de perlas del mar Rojo,
ya ciego por la sal.
Le oí contar historias
de la ciudad errante.
La vio desde el Sinaí.
Describía jardines, calles y fuentes
de la ciudad palacio,
de la ciudad prisión:
nadie puede escapar de su fiesta de luz.
Iré en su busca
para escuchar de nuevo
historias inauditas
de la ciudad de todas
y de ninguna parte.
Itziar Ancín
Primer Premio de Poesía de la Universidad Pública de Navarra, 2003.
Itziar Ancín
Primer Premio de Poesía de la Universidad Pública de Navarra, 2003.
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