La Torre de Babel, según Brueghel |
Estudié Comunicación Audiovisual y me trasladé una temporada a la capital por trabajo. Madrid, con sus hermosas arterias conocidas, sus terrazas y círculos de números y letras, sus museos y sus cálidos habitantes, de todas y de ninguna parte.
Volví a mi ciudad, y años después, tuve la suerte de trabajar en Rabat, Marruecos, donde cumplí mi sueño de vivir en un país árabe, impregnarme de su belleza antigua, de sus olores, colores y sabores intensos, de sus imágenes y sonidos de otro mundo, de su calor, de sus preguntas y sus enigmas.
Regresé a casa de nuevo, pero viajar es la enfermedad que no tiene cura. Y años más tarde, en Montevideo, Uruguay, me mimeticé con el río de la Plata y su sólida melancolía, sus escritores borrachos, su mate amargo, las ofrendas a Iemanjá, la diosa africana del mar, y las milongas.
Y hoy soy todo eso.
Siguiendo este mapa es posible llegar a ciertos lugares en los que han nacido poemas y relatos breves, e incluso, a algunos rincones insospechados de mi corazón.
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Hay mucha felicidad escondida en este mapa. Invito a recorrerlo, y a saborear olores, colores y acentos en Marruecos.
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